El sector agrario y ganadero está viviendo un grave conflicto. Y como sucede en todo conflicto, en éste no se dan excepciones. Y por eso, lamentablemente, la primera víctima de éste conflicto, es la verdad.
Cada día nos lo demuestran los políticos y los interesados que o mienten, o se ponen de perfil, a no ser que la cuestión les convenga para su propio beneficio.
Lo más preocupante para los que estamos con la gente del campo, es que vemos cómo están cómodos instalados en el conflicto. Como no arriesgan nada, ninguno de ellos apuesta por buscar una solución. Porque, las soluciones acaban con el rédito político y económico del conflicto permanente. Por eso, los que deberían estar dedicados a oa búsqueda y toma de medidas que fueran “las soluciones” son los agitadores de los problemas. Ellos provocan el ruido, alimentan el barullo y sostienen el conflicto.
Para parecer que hacen algo ofrecen como propio lo que no es suyo. La Política Agraria Comunitaria, la PAC, a pesar de tantos años de palabrerías, sigue siendo injusta para muchos productores castellano-manchegos.
Los políticos buscan el discurso de la complacencia de algunos voceros profesionales que les permiten aparentar compromiso y dedicación. Se reúnen y provocan discursos que regalan los oídos de unos y de otros. Esos protagonistas que ni están en el campo, ni se les espera. Y mientras, machacada otra vez, la inmensa mayoría callada y silenciada sigue arriesgando y trabajando sin tener soluciones.
Fruto de los caprichos de los políticos, y debido a la llamada convergencia, un agricultor de la región, que hace la misma labor que su homólogo en cualquier otro lugar, puede estar cobrando cuatro veces menos de ayudas.
El debate no se puede centrar en quién negoció en su día y si la responsabilidad es de unos o de otros. El debate es que falta peso político para cambiar una injusticia que arrastramos desde hace años. ¿Por qué nuestros ganaderos y agricultores tienen que cobrar menos que en otras comunidades cuando hacen lo mismo que otros ganaderos y agricultores?
En estos momentos la sequía nos afecta más que a otros porque tenemos más hectáreas y menos regadío y para colmo somos de los que menos cobramos. Somos los del agua sin agua. ¿Por qué hay que esperar a resarcir esa injusticia?
La PAC es para los políticos un debate que se dirime en los medios de comunicación. La PAC debería ser el debate de primer nivel entre la clase política. Estamos hablando del PIB estructural de España. Se trata del equilibro de los agricultores y ganaderos españoles, en general, y de los castellano-manchegos en particular, pues están a la cola de la percepción de las ayudas comunitarias.
Esto es así porque ni estuvimos, ni estamos ni, previsiblemente, vamos a estar. A la actividad más importante de Castilla-La Mancha, al sector agroganadero, no se le concede el peso político que merece.
Y nuestros políticos aceptan el modelo hipócrita conservacionista, donde las macromentiras se imponen a la verdad, donde en la Administración están infiltrados conservacionistas que campan a sus anchas, arrastrando a unos políticos que se dejan llevar, más allá de las políticas de los gobiernos. Falsos conservacionistas que pretenden imponernos su modelo de producción. Que quieren obligar a la sociedad a que comulguen con sus ideas y que nos alimentemos como ellos quieren.
Son parte de un organización económica mundial que, disfrazada de movimiento natural y ecológico, quiere vender su modelo artificial para el control de la sociedad y el enriquecimiento desmedido de sus promotores.
Nuestro sistema de producción y de vida está en peligro. Dicen que quieren salvar el planeta y lo que persiguen es que ni produzcamos ni comamos carne. Y para terminar con este modelo histórico, que evita la desertización, es sostenible y natural, no dudan en utilizar todo tipo de macromentiras para intentar manipular a la sociedad enfrentándola a los ganaderos y agricultores. Lo hacen sin contemplaciones, sin miramientos, pisando al que se le ponga por delante. No puede ser que en menos de un año hayamos pasado de héroes a criminales.
Y Mientras tanto, los políticos bailan al son que estos conservacionistas de salón les marcan, no vaya a ser que pierdan algunos votos y alguna que otra alcaldía. Se saca más rédito haciendo caso a los que hacen ruido, a los que amenazan y a los que no tienen reparos en mentir que a la mayoría silenciosa que porque arriesga calla y trabaja. No puede ser que por salvar unos votos y a ocho alcaldes, el agricultor o ganadero queden indefensos. Es inaceptable que el agricultor y ganadero vivan angustiados, cumpliendo escrupulosamente la normativa, por el terror que produce la “ocurrencia” del político de turno. El político se luce en los informativos de las televisiones y mientras se aprieta y oscurece el futuro de la agroganadería un poco más.
Otro de los conflictos “favoritos” de nuestros políticos es el del agua. Cuatro décadas viviendo de la confrontación, instalados en la instrumentalización y uso político de un recurso tan preciado como es el agua. Cuarenta años son suficientes para afirmar que no quieren soluciones, que quieren los enfrentamientos para continuar estirando políticamente su guerra del agua.
Así se sienten muchos infinitamente cómodos, porque han profesionalizado el conflicto en el que se mueven “como pez en el agua”. Están a gusto porque siguen y duran. Ellos viven de su guerra porque no arriesgan nada.
Otro conflicto del que se obtiene beneficio político y económico es la despoblación. Hablar de la España vaciada es una nueva moda, pero sólo eso, hablar, porque no hay ni una medida que garantice que la población se quede en las zonas rurales. Menos hablar y más hacer, ya. Porque como no apoyen al sector primario, a los agricultores y ganaderos, que son los que verdaderamente generan riqueza en el mundo rural, los únicos que quedarán en los pueblos serán los conejos, los corzos o los jabalíes, aunque nos sabemos de qué se alimentarán, porque para entonces ya no tendrán cultivos a los que hincarles el diente.
Hace un año éramos los héroes de esa España rural que ahora todo el mundo llama “la España vaciada”. Éramos los que desinfectábamos las calles, los que despejaban caminos cubiertos por la nieve de Filomena, los que no paramos de producir alimentos para que no faltara de nada los supermercados. Ahora parece que esos héroes ya han caído en el olvido, y seguimos haciendo lo mismo, incluso más porque los costes se han disparado y los pocos beneficios se han reducido.
Agua, despoblación, PAC, políticas conservacionistas… son asuntos demasiado importantes como para que sean tratados con la seriedad que se merecen. Y no es así. Se construyen mitos falsos en vez de afrontar certezas y realidades.
Hay que imponer la verdad. Si se acaba con ella y se actúa sobre decisiones basadas en mentiras, acabaremos con el sistema productivo de este país y, por ende, con los agricultores, los ganaderos y los miles de familias que de ellos dependen.
Lamentable en cualquier conflicto, la primera víctima es la verdad. Y a los hechos me remito